Y pensar que nace la memoria hasta en el bocado más pequeño
Campo Alaska (2012, Editorial Almadía) de José Javier Villarreal es ejemplo del quehacer de la memoria y la calistenia de la que se necesita para extrañar/se/ en el poema
Ah, ¿qué creyó? ¿Que 'ora no les ibamos a hablar? No, no, hermanxs. La solemnidad, a veces casi siempre, nos deja apergatadxs. Pero siase lo que se puede con lo que nos llega.
Alguien, alguna vez, dijo que el olvido forma parte de un mecanismo o instinto animal que garantiza la supervivencia propio al ser humano. Chanza y lo leímos en algún libro, lo escuché en alguna esquina, lo vimos en alguna clase, en algún panfleto, en algún pocillo de café, en alguna tirada de cartas... quién sabe. No es sorpresa que de la memoria y del recuerdo se escriba todavía, aún y cuando existen infinitas maneras de registrar y ejercer el recuerdo: fotografías, notas, post its, notas de voz, tweets, facebook, instagram, etc. Algo existe en ese danzón sin fondo que libran la memoria y el olvido que orilla a sentarnos, todos chiquitos, todos seducidos, por lo que otrx más podría llamar melancolía o melomanía, pose o drama; por ese sentido de extrañeza que germina y se retuerce entre la carne y la memoria. La poesía aparece, entonces, en este problema como la pretensión última del lenguaje para contener ese espacio vació que resulta del ejercicio de la memoria.
Campo Alaska (2012, Editorial Almadía) de José Javier Villarreal es ejemplo del quehacer de la memoria y la calistenia de la que se necesita para extrañar/se/ en el poema.
Desparramado en doscientas sesenta y seis páginas, la obra nos presenta el registro de un "yo" y sus malabares con el tiempo a sus tres tiempos: el recuerdo, el presente y lo que no ha de llegar. Truquillo peligroso, claramente, el de escribir desde lo que la memoria escupe sobre la pluma, pero ¿no es incluso más sencillo hablar de poesía si dejamos de asirnos a la convención que dicta que toda obra resultado de lo personal es real? Acá creemos fielmente que la poesía es, en parte, sombra; es decir, que abraza, que aparece cuando contraponemos la otredad y aquello que tanto mencionamos con afán de vislumbrarlo posible, concreto, real. Campo Alaska precisamente provoca esta reacción página a página ya que no se trata de un todo argumental que, solemnemente, nos pasea entre esta o aquella linde de un tema; sino que se sumerge, duro, en aquella materia que les encanta nombrar "lo cotidiano". No es que se trate de una obra cuya característica sea abordar el reino de lo propio donde el yo aparece full mártir a elaborar discursivamente una serie de disculpas o zurcir un homenaje a sí, a la única víctima colateral de sus propias decisiones; sino que se trata de una voz, de un yo, que traduce el bamboleo del recuerdo y la memoria que mana del día a día: de los paseos por la ciudad, los libros apilados, los espejos, de un trozo de pan, de los modales a la mesa, un viaje en taxi, por mencionar poco; porque ¿cuántas veces no hemos escuchado que la poesía está presente en todos lados y hemos sido testigos de cuanta suerte de haiku, poema filosófico reflexivo grandilocuente le sale de las caries a quienes se pretenden poetas? Ojo, no decimos que la solemnidad sea señal de desconfianza en la poesía, nos referimos a esa falsa confianza, a esa falta de amor por la otredad. Caso contrario que se deja entrever en versos como: [...]mi nombre es tan breve, y la luz y el calor tan intensos, y esos rostros tan hambrientos (p.43); versos que desde la soledad se extienden y rozan esa gotilla tan ponzoñosa como dulce, que nos sangra a todos cuando cerramos los ojos: la memoria que se escapa y el tiempo al que nos aferramos.
Referencia:
Villarreal, José (2012) Campo Alaska. Ediciones Almadía:México.
Apuntes desde Ocrilú son:
Ángel Hernández Candelaria (1997, Monterreyna, New Lion) Norteñx por condición y barrocx por convicción. Sigue creyendo que puede ser unx de lxs chicxs Almodóvar. Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Actualmente es becarix del Centro de Creación Literaria Universitaria de la misma institución en su edición 2021.
Daniel Betanzos (1999, Oaxaca de Juárez, Oaxaca) Ha sido ganador del concurso semanal de micropoesía "Cuenta 140" de la revista El Cultural España; en 2018 obtuvo el tercer lugar en el Certamen de Literatura Joven UANL, en la categoría de poesía con el poemario La Melibea y los perros salados. Productor del cortometraje "La visita", ganador del Premio a Mejor Corto Silente en el Near Nazareth Film Festival de Israel. Cinefotógrafo de la serie La muerte y los hijos de la serpiente. Ganador de la convocatoria Finding your vision: Oaxaca, México, 2020, impartido por los fotógrafos Alex Webb y Rebecca Norris Webb. Recientemente productor y director del documental "Inquilos del libro".
Daniel Bobadilla (1997, Monterrey, Nuevo León) Fotógrafo y apasionado de la producción audiovisual. Antiguo colaborador de Waves Magazine. Amante de las plantas, su gata y básicamente cualquier animal. Su novia lo describe como un “Recetario con patas” pero solo disfruta mucho cocinar.