La locura lleva a la felicidad
Valeria Vazquez descubre en "Elogio de la locura", un libro que debe leerse por todo aquel que desea un mundo sin discriminación
por Valeria Vazquez Elizaldi
Sin duda alguna, uno de los proverbios más icónicos en la historia de la humanidad es el que se le atribuye a Francis Bacon, “el conocimiento es poder”. No obstante, Erasmo de Rotterdam sostiene en el Elogio de la locura que la sabiduría sólo es capaz de brindar miseria en las vidas de todos los que desean adquirirla. En un diferente sentido, Rotterdam indica que la locura es la base de la verdadera felicidad del ser humano.
Ante todo, el Elogio de la locura es uno de los ensayos más importantes de la literatura occidental y, en ese mismo sentido, es una obra maestra digna de ser admirada. Escrita como un juego divertido que pretende realizar una crítica de la sociedad del siglo XVI, el Elogio de la locura de Rotterdam logra juzgar a la razón a través de la locura. Por lo tanto, es pertinente indicar que el género literario de la obra abarca tanto una sátira como una apología.
El tema central del texto es la locura. Foucault indica que la locura surge en el Renacimiento como una nueva personificación del mal y sustituye al tema de la muerte. En la obra de Rotterdam queda claro que la locura es perteneciente a cada ser humano y no demuestra un verdadero peligro. En otras palabras, la locura se encuentra en la vida de todas las personas a pesar de que ellas nieguen su existencia. En ese sentido, en un fragmento del texto de Rotterdam se destaca: “¿Por qué habría de desear un templo especialmente dedicado a mí cuando todo el planeta es mi templo? y, si no me equivoco, uno muy bello. Me faltan devotas sólo donde no existen hombres... Considero que tengo tantas estatuas erigidas en mi honor como mortales llevan mi imagen en su rostro, aun a pesar suyo”.
Hecha la observación anterior, la labor principal de la locura, de acuerdo con Rotterdam, es hacer más agradable la vida de todos los seres humanos. Lo logra, pues, a través de la adulación, el amor propio, la demencia, la pereza, la molicie, la voluptuosidad, entre muchas otras cosas. En consecuencia, con el fin de representar la tarea de la locura Rotterdam utiliza figuras retóricas como la alegoría. Por ejemplo, una de las siervas de la locura es Filautía, quien representa el amor propio y brinda felicidad. Ante todo, se indica en el texto que “el grado más alto de la felicidad radica en desear ser lo que realmente se es, [su] Amor Propio logra ese objetivo”.
Además, Rotterdam indica que la necedad y la ignorancia forman parte de la locura. Es más, las utiliza como sinónimos de ésta, ya que éstas brindan el verdadero bienestar del ser humano. Los hombres que se encuentran en estas condiciones son libres de “las miserias y ansiedades que atormentan al sabio”. En ese sentido, al no estar conscientes de los sentimientos de terror que los sabios tienen de equivocarse, una persona necia no siente vergüenza ni miedo de arriesgarse. Asimismo, hay que destacar que la gente vive más feliz en la ignorancia y en el engaño que en la verdad y el conocimiento.
Así pues, Rotterdam hace una crítica de la sociedad a través de un brillante juego de palabras. Ante todo, la estrategia de poner sus pensamientos en boca de la locura para emitir su opinión acerca de la sociedad es fascinante, puesto que esto lo protege de todos los peligros que corre al juzgar grandes instituciones u organismos. Así, Rotterdam logra emitir una profunda e interesante crítica de los sacerdotes y su ignorancia, ya que sostiene que ellos realmente no conocen la palabra de Dios. En el texto se señala que a la locura le sorprende que “cualquier dios haya escuchado o entendido [los rezos de los sacerdotes ya que] ni ellos mismos escuchan o entienden cuando los vociferan”. En ese mismo sentido, el autor logra juzgar a cada puesto de la iglesia al indicar que los funcionarios de ésta no cumplen con sus obligaciones.
Resulta oportuno indicar que Rotterdam plantea que el necio es cálido y generoso; mientras que el sabio se considera superior a todos los demás. Esto se ve expresado en la siguiente cita del libro: “Los papas están muy ocupados cosechando dinero, delegan sus deberes propiamente apostólicos a los obispos, los obispos a los sacerdotes, los sacerdotes a sus vicarios, los vicarios a los monjes mendicantes quienes, finalmente, pasan el trabajo a quienes trasquilan las ovejas”.
En ese contexto, es el hombre loco quien aspira a alcanzar sus sueños, mientras que el sabio se mantiene en la realidad y, por consiguiente, en el infortunio. Desde su punto de vista, el ser humano que desea el conocimiento absoluto ha puesto a un lado sus necesidades espirituales y sólo se ha enfocado en obtener riquezas. En palabras del autor, “el hombre común pone en primer lugar sus riquezas, luego la satisfacción corporal y por último las cosas del espíritu, en las que de cualquier manera no cree en general porque no puede verlas con sus ojos”.
Es pertinente resaltar que la gran obra de Rotterdam, a pesar de ser escrita en la época del Renacimiento, contiene diversos puntos aplicables a la sociedad del siglo XXI. Por ejemplo, actualmente grandes organizaciones encargadas del bienestar de sus ciudadanos se preocupan más por el bien propio que por el bien común. En ese mismo sentido, el ser humano es criticado por anhelar una carrera ligada al arte o la literatura, mientras que el estudio de la medicina, las leyes o cualquier otra disciplina que genera “prosperidad” es bien visto.
En conclusión, la fascinante obra de Erasmo Rotterdam debería ser leída por todos aquellos individuos que pelean por un mundo sin discriminación. Esto se debe a que es una excelente obra, completamente humanitaria, que realiza una interesante crítica sobre los grandes problemas que se encuentran en la sociedad. Sin duda alguna, la vanidad y la ignorancia mantienen felices a la gente y, por lo tanto, temas locos como el amor propio son de suma importancia para el desarrollo del individuo.