Bacurau y sus referencias del cine de género
José Pablo Acevedo escribe sobre uno de los filmes más salvajes y extraños de los últimos 10 años, Bacurau: una gran fábula social en tiempos pre-pandémicos
por José Pablo Acevedo
Corren los primeros treinta minutos de Bacurau y Kleber Mendonça Filho y su co-escritor y co-director Juliano Dornelles, hasta el momento han mostrado y desarrollado minuciosamente un drama social que sucede en un poblado que lleva el mismo nombre de la película en una región al noreste de Brasil. Utilizando como punto narrativo el fallecimiento de Carmelita, una mujer muy importante para esta comunidad y su eventual sepultura, los pobladores son presentados por su repudio al gobierno y su régimen de autogestión y hermandad. Pero luego sucede una cosa extraña.
Damiano, el herbolario del pueblo, viaja en su moto a través de un pedazo de terracería cuando un platillo volador aparece flotando cerca de él. Él se ve extrañado, este hecho se presenta sin precedentes y sin justificación contigua. La cámara empieza a moverse de manera frenética y el platillo volador tiene una esencia casera, como si de película de serie B de ciencia ficción se tratara. A esto le podríamos sumar que la escena comienza con un barrido de transición que junto al resto de los elementos presenta una ambigüedad que abre mecanismos en la construcción de la ficción.
A pesar de que tiempo después se revela que el objeto volador es en realidad un dron, esta escena sirve como la antesala de un juego que está a punto de desarrollarse: tanto en su historia -unos gringos buscan asesinar a todos en Bacurau bajo una idea sádica de jugarreta- así como en su método de filmarse. Mendonça y Dornelles toman, reapropian y usan distintos dispositivos que el cine ha desarrollado a lo largo de su historia en cuestión de técnica y de géneros. Cuando unos foráneos llegan al bar de la localidad y plantan un aparato que bloquea todo tipo de señal satelital, utilizan el recurso del split diopter shot á la Brian de Palma para demostrar no sólo dónde fue colocado, sino también ver que la dueña del bar no se ha percatado de lo sucedido. Hacia el final de la película, cuando una batalla campal se desarrolla entre los residentes y los foráneos, ésta se transforma en un western violento y sangriento con guiños al cine de Sam Peckinpah.
Aunque ambientada en un pueblo ficticio, Bacurau es sin duda alguna una crítica social hacia aquellos problemas reales que se inmiscuyen en su narrativa como la falta de agua debido a la corrupción política y el abandono de las zonas rurales. Este asunto social, político y económico no es nuevo en la filmografía de Filho, ya anteriormente se habían explorado temas de gentrificación y desigualdad en sus largometrajes Sonidos vecinos y Aquarius. Pero a sabiendas de que su cine es más ficción que documental, al combinar elementos del cine de género, no sólo del sci-fi y el western, sino también del thriller, de fantasmas y de lo onírico y surrealista, queda de manifiesto que el cine es más que entretenimiento, sino que también es un punto de reflexión y de combate.
Bacurau apela a distintos gustos y distintas afinidades aplicando los géneros anteriormente mencionados porque estos históricamente han sido utilizados para hablar sobre ideas más complejas que lo que la historia puede dejar ver. Mendonça y Dornelles crean un refrito complejo donde también convergen las ideas de Romero, Kurosawa y Carpenter por mencionar algunos, para esclarecer hacia el final de la película que no hay lucha social sin violencia y que no se puede llegar a la libertad e igualdad sin el apoyo total e incondicional de la sociedad.